Primer Amor

Jamás sabré con certeza si ella sentía lo mismo por mí. Nunca le expresé mis sentimientos. Estuvimos juntos cuatro años, como amigos, quiero decir, de hecho ni siquiera como amigos, sino como compañeros de clase, durante el bachillerato. Para alguno de nosotros fue una época feliz. Mi vida estaba llena de familia, música, películas, libros y escuela, mientras el régimen de Balaguer seguía persiguiendo y asesinando a los disidentes, con impunidad.

     Todos le teníamos un gran cariño a la maestra Velásquez, nuestra querida profesora de matemáticas. Nosotros los muchachos alimentábamos fantasías sexuales con las hermanas Ramírez, nuestras profesoras de Humanidades y Ciencias, respectivamente. Y por supuesto, era imposible no fijarse en los muslos de Alba, Gisela y Valentina. Era la época de las minifaldas. Algunas muchachas las llevaban de manera bastante atrevida.

     Carla y yo solíamos conversar mucho sobre temas académicos. En cierto modo, ella giraba en torno a mí porque yo era un estudiante dedicado y ella necesitaba ayuda con algunas materias. Pero eso era todo. No era atractiva de la forma llamativa y provocadora de algunas de las otras muchachas. Era simplemente elegante y con clase. Yo anhelaba su compañía constantemente; deseaba tenerla frente a mí; escuchar su voz suave; verme reflejado en sus ojos oscuros y soñadores; observar sus manos delgadas y, mientras hablábamos, tal vez imaginar que estaba acariciando sus largos cabellos negros. Ella era unos años mayor que yo, lo que podría explicar por qué supuse que estaba, como decimos ahora, fuera de mi alcance. Después de la escuela secundaria, nunca más la volví a ver.

     Un ex-compañero de clase al que vi hace poco tiempo me comentó que Carla había emigrado a los Estados Unidos y que ahora es agente de policía en la ciudad de Nueva York. Me resulta difícil imaginar a una chica tan delicada desempeñando esa labor en un lugar tan peligroso. Lo gracioso es que muchas veces he sentido la necesidad de conducir los ochocientos kilómetros que nos separan, parar en la Quinta Avenida, romper el cristal de una vitrina, infringir la ley y que me arresten. Siempre y cuando sea Carla quien me detenga, no me importaría.

© William Almonte Jiménez, 2024