EL PRÍNCIPE DORMIDO




Temprano levantó la muerte el vuelo,

Temprano madrugó la madrugada,
-Miguel Hernández: “Elegía”.  

 
      Me parece que hacía ya varias horas que yo lo miraba, dor­mido tan plácidamente.  Digo me parece, porque yo no sé medir bien el tiempo. Quizás había estado observándolo todo el día. El caso es que él dormía, tan hermoso, con su ropa tan linda. Parecía un príncipe dormido.

     Siempre andábamos juntos, haciendo cosas juntos. Ya era de día; yo ya me había levantado hacía horas; pero él seguía dormido. Yo ya me desesperaba; quería que se des­pertara, para que anduviéramos juntos, haciendo cosas juntos.

     Lo que no entiendo es por qué él no se despertaba; por qué seguía dormido; por qué los vecinos venían a verlo; por qué estaba durmiendo en una cama diferente, tan fea, pin­tada de blanco y gris; por qué tenía dos hojas de laurel que le tapaban los ojos.
     Bueno, yo sólo tengo tres años, hay muchas cosas que no entiendo, y la gente grande no me las explica. Pero cuando esos hombres le pusieron una tapa a la cama de mi hermanito, y la iban a levantar para llevárselo, vi que mamá se les tiró encima como un animal salvaje, y se abrazó a la cuna, y se puso a gritar como una loca. Y lo que más me asustó fue, que papá también estaba llorando; nunca había visto a papá llorar; yo creía que los hombres no lloraban. Fue entonces cuando me di cuenta que algo muy malo es­taba pasando.
     Bueno, cuando mamá se calmó, esos hombres levanta­ron la cama fea de mi hermanito, y la metieron en un coche que esperaba afuera; un coche feísimo, negro, con ventanas de vidrios grises; con dos caballos de pelambre negra de­lante.  Entonces se lo llevaron.
     Desde ese día nunca volví a verlo. Yo le pregunto a mamá que dónde está y cuándo vuelve mi hermanito. Ella dice que él está en el cielo, porque allá arriba el aire es lim­pio; que como mi hermanito estaba enfermo de los pulmo­nes, y no podía respirar bien, el aire sucio de aquí abajo le hacía daño; especialmente el aire del barrio, con tanto polvo que levantan los camiones cuando pasan por la calle de tierra. Dice mamá que en el cielo él está bien, que puede respirar bien, porque allá arriba el aire es limpio. Dice mamá que un día iremos a visitarlo.

© Texto y fotografía, William Almonte Jiménez, 2011