Víctimas de la Guerra

 No, no eres un error. Sé que tu madre te dijo que haberte tenido a los diecisiete años le arruinó la vida. Sé que tu padre juró sobre tu cuna que nunca volvería a cometer el mismo disparate. Sin embargo, déjame decirte algo.
    Niños abandonados, hambrientos y huérfanos buscando algo para comer en los basureros; ancianos decrépitos tropezando entre los escombros de sus casas arrasadas, vagando sobre los innumerables cadáveres esparcidos por todas partes, buscando fragmentos de lo que fue su vida, algo a lo que aferrarse, para justificar su existencia y su cordura, un retrato de su familia tal vez, de sus hijos volados en pedazos por las 6,727,084 toneladas de bombas lanzadas sobre su tierra; la multitud, de todas las edades y géneros, incluyendo niños, jóvenes y viejos, con miembros amputados y rostros y cuerpos mutilados, deambulando, mientras sus caras reflejando una total confusión, como si se preguntaran “¿por qué?”; los campos, quemados, devastados y estériles, sembrados con semillas extrañas que seguirán matando a los vivos durante muchos años; los pueblos quemados; las mujeres violadas; el sacrificio de nuestros jóvenes e inocentes muchachos, su transformación en máquinas de matar, armas de destrucción masiva para ejecutar atrocidades innombrables y crímenes contra la humanidad, en ambos lados de la línea; el exterminio mutuo; el negocio de la guerra: ¡Eso es un error terrible, una perversión espantosa!
     Pero tú, tú esparces amor, belleza, bondad, comprensión e inspiración por dondequiera que vas. Cada vida que tocas cambia para mejor. Todo el que se cruza en tu camino se queda con una sonrisa de agradecimiento. Tú representas todo lo que es decente, noble, edificante, honorable y positivo en la raza humana. Las personas como tú nos dan una razón para creer y hacen que la vida sea soportable y digna de vivirse. ¡No! ¡Un millón de veces, no! ¡No eres un error!

© William Almonte Jiménez, 2024