Los Hombres No Lloran
The Eye of the Storm
Our only importance is that we have the ability to make contact with other human beings.
-Ingmar Bergman
Body and Soul
Forty Degrees in the Shade
© William Almonte Jiménez, 2024
Golpe de Estado y Verano en el Campo
Ante la presión del gobierno de los Estados Unidos, Balaguer se vio obligado a compartir el poder con un Consejo de Estado de siete miembros, establecido el 1 de enero de 1962, que incluía a miembros moderados de la oposición. Tras un intento de golpe de Estado, Balaguer renunció y se exilió el 16 de enero. El Consejo de Estado reorganizado, bajo la presidencia de Rafael Bonnelly, dirigió el gobierno dominicano hasta la celebración de las elecciones en diciembre de 1962.
Juan Bosch, un intelectual y poeta que había fundado el partido de oposición Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en el exilio, durante la era de Trujillo, ganó las elecciones. Sus políticas de corte socialista generaron inquietud entre los militares, el clero católico y las clases altas, que temían que el país se convirtiera en otra Cuba. En septiembre de 1963, Bosch fue derrocado por un golpe militar de derecha encabezado por el coronel Elías Wessin y fue reemplazado por una junta militar de tres hombres. Bosch se vio obligado a exiliarse en Puerto Rico. Posteriormente, lo que parecía ser un triunvirato civil pronto se convirtió en una tiranía de facto.
Esos fueron años de intensa agitación política, pero, como sólo tenía siete años, no guardo muchos recuerdos de aquello. Lo que más conservo de esa época son los felices días de verano que pasé en la finca de mi abuela. A veces mis hermanos o mis primos me acompañaban. La estancia en la finca de la abuela era siempre una plétora de actividades extraordinarias: deslizarse en una yagua (la espesa capa leñosa de las ramas de las palmeras) sobre la alfombra de hojas resbaladizas bajo las matas de cacao; recoger los mangos y aguacates que el viento había derribado la noche anterior; y desenterrar batatas.
Mi abuela era viuda y sólo vivían con ella dos de sus hijas solteras. Todas tenían que trabajar en los sembrados. A mí me encantaba acompañarla cada vez que iba a algún conuco (pequeña parcela de tierra) para sembrar. Ella hacía un surco en el suelo con su machete y yo colocaba una semilla.
Durante el día, el campo era hermoso, resplandeciente y mágico. Los pájaros y las chicharras cantaban y zumbaban en las ramas de las matas de buenpán. Los cerros se erguían imponentes del otro lado del arroyo. El viento silbaba, a veces furioso, a veces juguetón, en las copas de las matas de mango, haciéndolos parecer gigantes vivos. Los cultivos de maíz, plátano, yuca, café y cacao eran un reflejo de la generosidad de la madre tierra. Sin embargo, al caer la noche, sin luz eléctrica, la hondonada donde residía la abuela se sumía en una oscuridad total. Mirando hacia afuera través de las ventanas del rancho, las sombras espectrales que reinaban afuera convertían el campo en un lugar temible, embrujado por monstruos, fantasmas y demonios.
En esos momentos buscaba la compañía de mi abuela, quien, sentada a la mesa del comedor, realizaba alguna tarea, tal como coser una colcha, bajo la luz de la lámpara de queroseno. Ella me conocía muy bien y sabía lo que pasaba por mi mente. Me sentaba en una silla a su lado, cruzaba los brazos sobre la mesa y hundía la cara en ellos, como si ignorar las sombras que envolvían el rancho pudiera protegerme de las malvadas criaturas que acechaban en la noche, escondidas tras los árboles. Después de eso, esperaba sus manos, que invariablemente comenzaban a acariciar mis cabellos hasta que me quedaba dormido.
© William Almonte Jiménez, 2024
Primer Amor
Jamás sabré con certeza si ella sentía lo mismo por mí. Nunca le expresé mis sentimientos. Estuvimos juntos cuatro años, como amigos, quiero decir, de hecho ni siquiera como amigos, sino como compañeros de clase, durante el bachillerato. Para alguno de nosotros fue una época feliz. Mi vida estaba llena de familia, música, películas, libros y escuela, mientras el régimen de Balaguer seguía persiguiendo y asesinando a los disidentes, con impunidad.
Todos le teníamos un gran cariño a la maestra Velásquez, nuestra querida profesora de matemáticas. Nosotros los muchachos alimentábamos fantasías sexuales con las hermanas Ramírez, nuestras profesoras de Humanidades y Ciencias, respectivamente. Y por supuesto, era imposible no fijarse en los muslos de Alba, Gisela y Valentina. Era la época de las minifaldas. Algunas muchachas las llevaban de manera bastante atrevida.
Carla y yo solíamos conversar mucho sobre temas académicos. En cierto modo, ella giraba en torno a mí porque yo era un estudiante dedicado y ella necesitaba ayuda con algunas materias. Pero eso era todo. No era atractiva de la forma llamativa y provocadora de algunas de las otras muchachas. Era simplemente elegante y con clase. Yo anhelaba su compañía constantemente; deseaba tenerla frente a mí; escuchar su voz suave; verme reflejado en sus ojos oscuros y soñadores; observar sus manos delgadas y, mientras hablábamos, tal vez imaginar que estaba acariciando sus largos cabellos negros. Ella era unos años mayor que yo, lo que podría explicar por qué supuse que estaba, como decimos ahora, fuera de mi alcance. Después de la escuela secundaria, nunca más la volví a ver.
Un ex-compañero de clase al que vi hace poco tiempo me comentó que Carla había emigrado a los Estados Unidos y que ahora es agente de policía en la ciudad de Nueva York. Me resulta difícil imaginar a una chica tan delicada desempeñando esa labor en un lugar tan peligroso. Lo gracioso es que muchas veces he sentido la necesidad de conducir los ochocientos kilómetros que nos separan, parar en la Quinta Avenida, romper el cristal de una vitrina, infringir la ley y que me arresten. Siempre y cuando sea Carla quien me detenga, no me importaría.
© William Almonte Jiménez, 2024
La Guerra Civil y el Reader's Digest
En mayo de 1961, después de más de treinta años en el poder, Rafael Trujillo, el dictador de la República Dominicana, fue asesinado a tiros cuando un grupo de disidentes le tendió una emboscada a su Chevrolet Bel Air 1957 en una carretera de las afueras de la capital, Santo Domingo. En 1962 se celebraron nuevas elecciones y el profesor y escritor Juan Bosch salió victorioso. Sus políticas socialistas, que incluían la redistribución de tierras, la nacionalización de ciertas propiedades extranjeras, intentos de poner a las fuerzas armadas bajo control civil y la legalización del divorcio, provocaron la oposición de los oficiales militares, la jerarquía católica y la clase alta, que temía otra Cuba. En septiembre de 1963, Bosch fue derrocado por un golpe militar de derecha encabezado por el coronel Elías Wessin y fue reemplazado por una junta militar de tres hombres. Bosch se exilió en Puerto Rico. Posteriormente, un presunto triunvirato civil controlado por trujillistas, con Donald Reid Cabral como líder, estableció un gobierno de facto.
En abril de 1965 estalló la guerra civil. El creciente descontento con Reid Cabral y su gobierno desencadenó un segundo levantamiento militar que pedía la restitución de Bosch. El Palacio Nacional fue tomado por los rebeldes, también conocidos como los Constitucionalistas, que eran leales a Bosch e incluían oficiales liberales del ejército y combatientes civiles bajo el mando del coronel Francisco Caamaño. Las fuerzas armadas conservadoras, llamadas Leales y comandadas por Wessin, respondieron de inmediato atacando Santo Domingo con tanques y aviones.
Yo no viví en carne propia la muerte y la destrucción que causó la guerra debido a que la mayor parte del conflicto armado ocurrió en la capital del país, Santo Domingo. Mi familia vivía en Santiago, en el interior de la isla. Sin embargo, recuerdo claramente un día en que escuchamos un ruido ensordecedor que provenía del cielo, parecido a disparos de ametralladoras. Cuando todos salimos a la calle para ver de qué se trataba, vimos el cielo lleno de helicópteros, de esos que se ven en las películas sobre la guerra de Vietnam. Yo tenía sólo nueve años de edad, y me impresionaron aquellas máquinas voladoras, pero también me aterrorizaron porque sabía que algo terrible estaba sucediendo. Le pregunté a mi tía, “¿Qué está pasando?” “Los yanquis nos están invadiendo”, respondió ella.
Los elementos del ejército que estaban en contra de Bosch habían solicitado una intervención militar americana. Pero además, el presidente americano Lyndon B. Johnson, convencido de la inminente derrota de las fuerzas Leales y preocupado por la posibilidad de una segunda Cuba a las puertas de los Estados Unidos, autorizó el envío de 20,000 soldados americanos a la República Dominicana con el fin de restablecer el orden y, supuestamente, para proteger y evacuar a los ciudadanos americanos y otros extranjeros, en lo que se conoció como Operación Power Pack.
El transporte desde los pueblos del interior hacia Santo Domingo se vio interrumpido. Papá tenía una hermana que vivía en la capital y de la cual no había tenido noticias durante un tiempo. En la cama de un camión clandestino logró ir a la capital y llegar hasta el barrio donde vivía la tía Pulia. Su casa, como otras del barrio, había sido saqueada y abandonada. En ese momento no había manera de saber si ella y sus hijos estaban vivos o muertos. Pero preguntando a cada uno de los que quedaban en el barrio, papá se enteró de que su hermana había huido con sus hijos a otra parte de la capital. El caso es que pudo encontrarla, y, junto a sus hijos, solamente con la ropa que llevaban encima, lograron cruzar el río Ozama en un bote, y del otro lado pudieron encontrar otro camión ilegal que los trajo de vuelta a Santiago.
Después de cinco meses de lucha entre el pueblo y una facción de las Fuerzas Armadas dominicanas por un lado, contra el ejército estadounidense y otra facción de las Fuerzas Armadas dominicanas por el otro, el conflicto llegó a su fin. Más tarde, en septiembre de 1966, las tropas internacionales se retiraron del país y se celebraron elecciones democráticas, en las que Joaquín Balaguer, un ex partidario de Trujillo, fue elegido presidente. Entonces volvimos a una paz precaria, a algo que podía llamarse normalidad, bajo el gobierno de una pseudo democracia.
Creo que fue en esa época cuando se despertó en mí la pasión por la lectura. Primero empecé leyendo las historietas como “Joyas de la Mitología” y “Korak, Hijo de Tarzan”; luego pasé a leer “Selecciones del Reader’s Digest” que me prestaba mi amigo Mauricio, porque yo no podía comprarlas. Todos los domingos mi padre me daba quince centavos: diez centavos para ver una película en el Cine Odeón, y cinco centavos para comprar un sandwich o una fundita de maní. Después, cuando mi mesada aumentó a 25 centavos, podía ahorrar 35 centavos al mes para comprar el “Reader’s Digest”. Posteriormente me dediqué a leer novelas. “La Isla del Tesoro” de Robert Louis Stevenson fue mi primera. Iba todas las tardes a la biblioteca Amantes de la Luz a leer, ya que los libros no se prestaban y yo no tenía dinero para comprarlos.
Navidad
Víctimas de la Guerra
Pero tú, tú esparces amor, belleza, bondad, comprensión e inspiración por dondequiera que vas. Cada vida que tocas cambia para mejor. Todo el que se cruza en tu camino se queda con una sonrisa de agradecimiento. Tú representas todo lo que es decente, noble, edificante, honorable y positivo en la raza humana. Las personas como tú nos dan una razón para creer y hacen que la vida sea soportable y digna de vivirse. ¡No! ¡Un millón de veces, no! ¡No eres un error!
© William Almonte Jiménez, 2024
Letter to the Editor
I have just read your article “Religion” in your magazine’s Issue 57. I must admit that I approached it with the same suspicion with which I read almost everything: a general mistrust of some conservative and mainstream attitudes; finding (sometimes where there is none; I plead guilty) a degree of complicity with the status quo, with the authorities in charge of perpetuating dogmas, legends, and historical lies, in order to keep us in the dark. For, as you say, I am not one of the many who have faith, but rather one of the few who doubt, and not only one who doubts, but one who questions everything, especially if it comes from the authorities, and even more so if it comes from religious leaders. And that's exactly why I sympathize with poor Nietzsche (despite the fact that he died young and stark mad, as you say), precisely because he was an iconoclast. Like your son, I too became disillusioned with religion before I was eighteen, and I decided that when I had children, I would raise them without it. I have to admit that, like the atheists and agnostics about whom you write (I am also one of them), I have moments of doubt as to whether I did the right thing. But that's not what I want to talk to you about.
Despite the initial skepticism with which I begin reading each issue of your magazine, I always end up smiling because the effort is rewarded with a new influx of ideas and a desire to read more, in addition to the intellectual joy.
I came upon Junot Díaz on Issue 56. A Dominican who makes it big in the United States, winner of the Pulitzer Prize, graduate of Rutgers and Cornell, professor at MIT, and all that. And I don't know him? But it is not possible! Are you kidding me? I hadn't even heard of him. After reading the article, I headed to the bookstore, and bought “Drown”, “The Brief and Wondrous Life of Oscar Wao”, and “This Is How You Lose Her” which, let me clarify, I read non-stop.
I had tears in my eyes when I read “The Memphis Boys” by Pedro Peix on Issue 53. It brought to mind another of my all-time favourite short stories from my teenage years, “Now That I'm Back Ton” by René Del Risco Bermúdez. Pedro Peix's fearless, assertive and accusing stance in “Drugs are not the problem” gave me goose bumps. It’s difficult to be more point-blank than that. Way to go, Pedro! We must not let ideals die. It was a delight to read “Yelidá” by Tomás Hernández Franco again on Issue 46. I have read only a few poems that can be compared to this one.
“Of Chance and Readings”, written by you in Issue 54, made me finally decide to read Marguerite Yourcenar. I've never read her before. What a shame! Tomorrow I'll go to the bookstore and buy “L'Oeuvre au noir”. But that's not what I want to talk to you about.
What I want to say is: Thank you for publishing the magazine! So much beating around the bush, and so many words to say it! An incorrigible vice of all aspiring writers, I guess.
© William Almonte Jiménez, 2024
Return to Sender
The verdict said,
The Furies laid,
The plague is stayed,
All fortunes made;
Turn the key and bolt the door,
All is now secure and fast;
Not the gods can shake the Past;
–Ralph Waldo Emerson: The Past
The Birds of the Sky
Look at the birds of the air; they do not sow or reap or store away in barns, and yet your heavenly Father feeds them. Are you not much more valuable than they?
– Jesus of Nazaret - (Mathew 6:26)
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Bellugas: Marbles, in the Dominican Republic.
Cana: Branches of the palmetto tree in the Dominican Republic, Puerto Rico, and Cuba.
Peso: Monetary unit of several Latin American countries.
Yagua: Branches of the royal palm tree in the Dominican Republic, Puerto Rico, and Cuba.
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The Tree of Life
©William Almonte Jiménez, 2024